Es el griego que ve aniquilada la cultura griega, a semejanza del poeta indígena que contempló la destrucción a sangre y fuego de cuanto había sido su universo, el pagano que sufre la imposición brutal del cristianismo, el alejandrino que se duele de que su ciudad, fundada para ser la síntesis de Oriente y Occidente, desaparezca bajo la nueva barbarie.
A la crueldad de la historia se suma la falta de compasión de la naturaleza: fundada sobre las arenas resbaladizas del Nilo, Alejandría asiste al hundimiento en el mar de sus grandes construcciones. Y lo que iniciaron los terremotos lo consuma un gran tsunami en el siglo VII.
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